Otro domingo con función de teatro, en esta ocasión es el cuento infantil de Hansel y Gretel, que como siempre hemos adaptado para nuestro teatrillo.
La sala está llena, se ruega silencio y empieza a subir el telón.
Érase una vez…
Un leñador muy pobre que vivía con sus dos hijos cerca del bosque, después de la muerte de su esposa decidió casarse de nuevo, pero la nueva mujer no quería a sus hijos por lo que una noche que no tenían nada para comer, le propuso al leñador abandonarlos en el bosque. El leñador se negó, pero la mujer urdió un plan, cuando fueran a cortar leña los despistaría para que no volvieran.
Los niños la oyeron, y pensando como podían volver a casa por su cuenta cogieron piedras blancas para señalar el camino.
Al día siguiente fueron a cortar leña y Hansel fue tirando piedras por todo el camino, cuando llegaron a lo más profundo del bosque la madrastra les dijo que esperaran hasta que fuera a recogerlos.
Llegó la noche y la madrastra no volvía, los niños decidieron seguir las piedras para regresar a su casa.
Cuando el padre los vio los abrazó lleno de alegría, sin embargo, la madrastra estaba muy enfadada. A la mañana siguiente los levantó temprano para volver a ir al bosque, esta vez no les dio tiempo para coger piedras y decidieron ir tirando miguitas de pan.
Cuando la madrastra desapareció decidieron volver a la casa, pero las miguitas no estaban, los pájaros se las habían comido.
Los niños se pusieron a andar y andar hasta que se encontraron delante de una casita de chocolate, como tenían mucha hambre le dieron un bocado a la casita hasta que oyeron:
¿Quién se come mi casita?
Los niños se quedaron quietos y de la casa salió una anciana.
Entrad y descansar junto al fuego. Les dijo.
Los niños entraron y después de una gran cena que les preparó la anciana se quedaron dormidos.
Cuando despertaron, Hansel estaba encerrado en una jaula, ya que la anciana era en realidad una malvada bruja. La bruja quería engordar a Hansel para comérselo por lo que un día le dijo:
Tráeme leña que voy a encender el horno.
Gretel se la trajo, y cuando la bruja estaba cerca del horno la empujó y lo cerró, después fue a liberar a su hermano y se fueron de la casita, no sin antes meterse en los bolsillos todas las joyas que la bruja tenía.
Salieron a correr hasta que llegaron a un rio, como no podían pasarlo le pidieron a un pato que les ayudara a cruzarlo.
Cuando cruzaron el rio reconocieron el camino de vuelta a casa. Al llegar se encontraron a su padre muy triste por haberlos perdido, pero al verlos dio saltos de alegría. La madrastra había muerto, por lo que ya no tenían que preocuparse por ella. Los niños le contaron su aventura y le enseñaron las joyas, ya no eran pobres y no pasarían hambre nunca más.