La representación de hoy está basada en el cuento del Lobo y los 7 Cabritillos, de la que hemos hecho nuestra adaptación para escenificarla.
Se ruega silencio en la sala, el telón empieza a subir.
Érase una vez…
Una familia de cabritillos, la mama y sus 7 cabritillos vivían felices en una casa junto a un prado, su única preocupación era un lobo que merodeaba por la zona.
La madre advertía a sus hijos cada vez que iba a comprar:
No le abráis la puerta a nadie, y tened cuidado con el lobo, es astuto e intentará engañaros. Os doy una contraseña para que me abráis cuando vuelva a casa.
“Soy mami, abrid hijitos míos”
Pero el lobo estaba cerca y los oyó hablar, por lo que pensó:
¡Me los voy a llevar a todos!
Al rato de irse la madre se acercó a la casa y llamó diciendo:
Soy mami, abrid hijitos míos.
Pero los cabritillos no se dejaron engañar, la voz no era la de su madre y le dijeron:
Tú no eres nuestra madre, ella tiene la voz más dulce. No vamos a abrir.
El lobo era astuto y pensó que si tomaba claras de huevo se le afinaría la voz, y después de tomarse unas cuantas se acercó de nuevo a la casa.
Soy mami, abrid hijitos míos. Volvió a decir.
Esta vez dudaron un poco, pero el pequeño no acababa de fiarse, por lo que dijo:
Enséñanos la patita por debajo de la puerta.
El lobo así lo hizo, y al verla los cabritillos exclamaron:
Tú no eres nuestra madre, ella tiene la piel más clara. No vamos a abrir.
El lobo se enfadó, y pensando en cómo podía engañarlos se dirigió al molino.
Molinero, dame un saco de harina. Pidió el lobo.
No puedo, la necesito para hacer pan. Contestó el molinero.
Si no me la das, te comeré. Dijo el lobo.
El molinero no tuvo más remedio que darle la harina.
El lobo volvió a la casa, dijo la contraseña y cuando le pidieron que enseñara la patita la enseñó, la tenía blanca por la harina que se había echado, y aunque el pequeño aún desconfiaba, los mayores corrieron a abrir la puerta.
En ese momento el lobo se abalanzó, los cabritillos corrieron para esconderse rompiendo todo a su paso, pero el lobo consiguió cazarlos a todos memos al más pequeño.
Cuando la madre llego a la casa todo estaba destrozado.
¡Qué desgracia! El lobo se ha llevado a mis hijos. Dijo.
¡Mama, mama! Yo estoy bien. Gritó el pequeño.
Este le contó todo lo ocurrido, y la madre decidió salir a buscarlos.
Cuando llegó al prado vio a sus hijos atados a una valla, y al lobo al borde del rio, profundamente dormido. Con mucho cuidado se acercó, le ató piedras a la cola y lo empujó al agua. El lobo, al despertarse intentó nadar, pero no podía y la corriente lo arrastró rio abajo.
La madre liberó a sus hijitos y se fueron a casa felices por volver a estar juntos.